LOS AMIGOS DE JESUCRISTO

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UN REGALO DE DIOS PARA LA FAMILIA

viernes, 15 de noviembre de 2019

El misionero que vivió por fe...

HudsonT

Hudson Taylor nació en 1832, en Barnsley, Reino Unido. Sus padres fueron James y Amelia Taylor. Una pareja con una fuerte carga por china. Quizá por ese amor de sus padres por aquella nación, cuando Taylor tenía 4 años, asombró a sus familiares al decir: “cuando yo sea grande, quiero ser misionero en China”.
Sin embargo, en su juventud Taylor se volvió un muchacho escéptico y mundano. A los 15 años entró en un banco local y trabajó como empleado donde, llegó a ser muy popular. En 1848 dejó el banco para trabajar en la tienda de su padre.
Una tarde de junio de 1849, cuando tenía 17 años, entró en la biblioteca de su padre y tomó un folleto de evangelismo donde leyó la frase: “la obra consumada de Cristo”, entonces recordó las palabras del Señor «consumado es», y se preguntó: «¿Qué es lo que está consumado?». La respuesta tocó su corazón, y recibió a Cristo como su Salvador.
Poco tiempo después de comenzar a caminar con el Señor, sintió que Dios le llamaba para servir en China. Desde entonces su vida tomó un nuevo rumbo, pues comenzó a prepararse diligentemente para lo que sería su gran misión. Adaptó su vida a lo que pensaba que podría ser la vida en China. Hizo más ejercicios al aire libre; cambió su cómodo colchón por un colchón duro, y se privó de los delicados manjares de la mesa.
Comenzó a levantarse a las cinco de la mañana para estudiar el idioma chino. Como no tenía recursos para comprar una gramática y un diccionario, estudió el idioma con la ayuda de un ejemplar del Evangelio de Lucas en mandarín. También empezó el estudio del griego, hebreo, y latín.
En mayo de 1850 comenzó a trabajar como ayudante del Dr. Robert Hardy, con quien siguió aprendiendo el arte de la medicina, que había comenzado con su padre. En noviembre del año siguiente, se mudó a un modesto cuarto a las afueras del pueblo, para gastar menos en sí mismo y poder dar más a otros. Aquí empezó un régimen riguroso de economía y abnegación, oficiando parte de su tiempo como médico en calles tristes y miserables.
En 1852, se trasladó a Londres, donde se matriculó como estudiante de medicina en uno de los grandes hospitales. Aunque la Sociedad para la Evangelización de China (CES por sus iniciales en inglés) le ayudó con parte de sus gastos, él continuó dependiendo en todo lo demás directamente del Señor. Cuando solamente tenía 21 años de edad, y aún no había acabado sus estudios, se le abrió inesperadamente la puerta para ir a China, por lo que tuvo que embarcarse para Shanghai a la brevedad.
Ya en china, Taylor decidió vestirse con ropas chinas y dejarse crecer el cabello, como lo hacían los chinos. Sus compañeros protestantes fueron incrédulos y muy críticos ante esta decisión. Taylor, por su parte, no estaba contento con la mayoría de los misioneros que vio: creía que eran “mundanos” y pasaban demasiado tiempo con empresarios y diplomáticos ingleses que necesitaban de sus servicios como traductores.
En cambio, Taylor quería que la fe cristiana llegara al interior de China. Así que a los pocos meses de llegar, y mientras el idioma nativo seguía siendo un desafío, Taylor, junto con Joseph Edkins, partió hacia el interior, navegando por el río Huangpu distribuyendo Biblias y tratados.
Cuando la Chinese Evangelization Society, que había patrocinado a Taylor, se mostró incapaz de pagarles a sus misioneros en 1857, Taylor renuncio y se convirtió en misionero independiente; confiando en Dios para satisfacer sus necesidades. Taylor continuó trabajando, y su pequeña iglesia en Ningpo creció a 21 miembros.
Pero en 1861, se enfermó gravemente, probablemente con hepatitis y se vio obligado a regresar por un poco de tiempo a Inglaterra para recuperarse. En Inglaterra, el inquieto Taylor continuó traduciendo la Biblia al chino, una obra que había comenzado en el país oriental. Estudió para convertirse en partero y reclutó más misioneros.
Taylor se convenció de que se necesitaba una organización especial para evangelizar el interior de China. Hizo planes para reclutar a 24 misioneros: dos para cada una de las 11 provincias interiores no alcanzadas y dos para Mongolia. Aunque era un número pequeño, era un plan visionario que habría dejado a los reclutadores veteranos sin aliento: aumentaría el número de misioneros de China en un 25 %.
El propio Taylor estaba atormentado por la duda: le preocupaba enviar hombres y mujeres sin protección al interior; al mismo tiempo, se desesperó por los millones de chinos que se estaban muriendo sin la esperanza del Evangelio. Su nueva misión, a la que llamó Misión al Interior de China (CIM), tenía una serie de características distintivas: sus misioneros no tendrían salarios garantizados, ni podrían solicitar fondos; simplemente confiarían en Dios para suplir sus necesidades; además, sus misioneros adoptarían la vestimenta china y luego llevarían el evangelio al interior del país.
Un año después de su avance, Taylor, su esposa y cuatro hijos, y 16 jóvenes misioneros salieron de Londres para unirse a otros cinco que ya estaban en China trabajando bajo la dirección de Taylor. En 1876, con 52 misioneros, la organización constituyó una quinta parte de la fuerza misionera en China. El amor de Taylor por los chinos, le llevó a entregarse en cuerpo y alma para predicar a esta gente. Llegó a dominar no solo el mandarín, sino también tres dialectos más.
Este amor que tenía quedó reflejado en su diario vivir, y en notas. Parte de una carta a su hermana:
“Si poseyera miles de libras esterlinas, serían para China. Si tuvieras miles de vidas, China debería reclamarlas. ¡Pero no te confundas! no es China, sino es Cristo. ¿Acaso haremos demasiado para Él? ¿Se podrá hacer lo suficiente para un Salvador como Él?”
Los años siguientes aumentaron el ritmo de trabajo agotador de Taylor, viajando tanto en China como en el extranjero, principalmente en Inglaterra, Estados Unidos y Canadá (viajes en barco que duraban meses). Con la finalidad de predicar y reclutar misioneros, aún a pesar de su deteriorada salud y sus episodios de depresión. En 1900, a la edad de 68 años. Su salud se agravó y tuvo un colapso físico y mental completo. Taylor murió en 1905. Dejó un gran legado a través de los hombres y mujeres chinos que creyeron, antes de que el comunismo se apoderara de su amada nación.
Taylor también ha inspirado a miles de personas a abandonar las comodidades para llevar el mensaje cristiano al vasto y desconocido interior de China. Aunque el trabajo de la misión en China fue interrumpido por la toma de posesión comunista en 1949, la CIM continúa hasta el día de hoy bajo el nombre de Overseas Missionary Fellowship International.
Fuente: Christianity today
Comibam

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