Amados y amadas continuamos con la 2da parte de las actitudes necesarias en un misionero, tomado del estudio del Dr. Gabriel Nápole (teólogo)
3) La "cordialidad". "Aunque pudimos imponer nuestra autoridad por
ser apóstoles de Cristo, nos mostramos amables con ustedes, como una madre
cuida con cariño de sus hijos. De esta forma, amándolos a ustedes, queríamos
darles no sólo el Evangelio de Dios, sino incluso nuestro propio ser, porque
habían llegado a sernos muy queridos. Pues recuerdan hermanos, nuestros
trabajos y fatigas. Trabajando día y noche, para no ser gravosos a ninguno de
ustedes, les proclamamos el Evangelio de Dios. Ustedes son testigos, y Dios
también, de qué santa, justa e irreprochablemente nos comportamos con
ustedes los creyentes. Como un padre a sus hijos, lo saben bien, a cada uno de
ustedes los exhortábamos y alentábamos, conjurándolos a que viviesen de una
manera digna de Dios, que los ha llamado a su Reino y gloria" (1Tes 2,7-12). "Los llevo en mi
corazón, partícipes como son todos de mi gracia, tanto en mis cadenas como en
la defensa y consolidación del Evangelio. Dios es testigo de que los
quiero tiernamente a todos en el corazón de Cristo Jesús" (Fil 1,7-8).
Con mucha claridad puede verse en estos textos en qué términos se da la
relación entre los misioneros/as y las comunidades. El amor en lo primero que debe haber, ya que la misión no es una tarea profesional
sino un vínculo profundo entre las personas. La evangelización es como una
gestación (1Cor 4,15; Gál 4,19-20) en donde fermentan relaciones de intimidad y
de gran cordialidad. En Éfeso algunos jefes no judíos son amigos de Pablo, y
son ellos quienes lo salvan de la revuelta de los orfebres (cf. He 19,23-40).
En Galacia, los que se preparaban para el bautismo se habrían "sacado
los ojos" por él durante el tiempo de su enfermedad (Gál 4,12-15).
Pablo sentía nostalgia por sus hermanos lejanos, como ocurrió con los
tesalonicenses después de su partida (cf. 1Tes 2,17-18). Está angustiado hasta
el extremo y prefiere quedarse sin colaborador con tal de mandar y recibir
noticias (1Tes 1,3-5). Le dice a la comunidad de Corinto que de buena gana se
gastará y desgastará hasta agotarse por ellos (cf. 2Cor 12,15). La carta a
Filemón también es testigo privilegiado del corazón de Pablo: "Te ruego
por el hijo al que he engendrado entre cadenas. Lo devuelvo, a éste, mi
propio corazón (...) Recíbelo como a mí mismo" (File
10.17).
4)
Ir más allá. En el transcurso de
su actividad misionera, Pablo escribe su carta a la comunidad de Roma. Se
dirige a una comunidad que está formada desde hace tiempo y que él no fundó ni
visitó. Al final, Pablo realiza una constatación y expresa un deseo. Afirma que
"desde Jerusalén y en todas las direcciones hasta la Iliria he
dado cumplimiento al Evangelio de Cristo, teniendo así como punto de honra, no
anunciar el Evangelio sino allí donde el nombre de Cristo no era aún conocido,
para no construir sobre cimientos puestos por otros" (Rom 15,19-20).
Considerada literalmente esta afirmación suena desmesurada. Sin embargo,
hay que comprenderla desde la certeza que tiene de que el Evangelio se abre
camino por sí mismo y que, partiendo de unas comunidades determinadas,
logra esparcirse más allá de sus límites. En este sentido, Pablo entiende que
el Evangelio llegó al Asia Menor y a Grecia. Por eso, hay que proclamarlo allí
donde todavía no se ha hecho: "Mas ahora, no teniendo ya campo de
acción en estas regiones, y deseando vivamente desde hace muchos años ir a
ustedes cuando me dirija a España (...) espero verlos al pasar y ser
encaminado por ustedes hacia allá" (Rom 15,23-24). Interesa rescatar
esta actitud de los misioneros/as. Con un cierto inconformismo, ellas y ellos
estaban pendientes de que la Buena Noticia se anunciará "más allá" de
los límites del momento. En el caso de Pablo, los límites eran fundamentalmente
geográficos. Pero sabemos que hay muchas "fronteras" en las
sociedades, que dividen, separan y excluyen...
Dios les continue bendiciendo
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